Abbaye de Graville

La abadía de Graville es el más lejano de los grandes establecimientos religiosos a orillas del Sena. Desde la Edad Media, ha conocido momentos de gran prosperidad e influencia, pero también de violencia ante los caprichos de la historia. Obra maestra del arte románico en Normandía, la iglesia de Graville ha pasado por varios periodos de construcción desde el siglo X. Aferrado a la ladera, domina la ciudad de Le Havre y el río, sus jardines en terrazas ofrecen un magnífico panorama de la costa de la Baja Normandía hasta Caen. Los edificios conventuales albergan un museo con estatuas religiosas, entre las más bellas de Normandía, así como objetos lapidarios y de oro y plata procedentes de edificios religiosos de la región o de la propia abadía. También alberga una asombrosa colección de más de 150 maquetas, de finales del siglo XIX y principios del XX, que ilustran el hábitat humano en su conjunto. Aunque lo más probable es que el emplazamiento fuera ocupado rápidamente por los benedictinos, fue dotado en gran parte en el siglo XI por Guillaume Mallet de Graville, que regresó victorioso de la batalla de Hastings en el bando de Guillermo el Conquistador, lo que dio a la abadía una dimensión románica que aún hoy es muy visible. A principios del siglo XIII fue de nuevo ampliamente dotado por uno de sus descendientes que llamó a los agustinos de Sainte-Barbe-en Auge. En el siglo XVII, les tocó a los genoveses, de la congregación de Saint-Maur, realizar nuevas modificaciones en los edificios e introducir nuevas normas. En el coro se instaló un notable retablo barroco. Entre los genoveses que se instalaron en Graville había grandes científicos, astrónomos y naturalistas, como los canónigos Pingré y Ventanat. La abadía y su entorno: Consta de una iglesia y de edificios conventuales de los que han desaparecido el refectorio y el claustro. La rodea un cementerio romántico, en el que destacan algunas tumbas de eruditos y comerciantes de Le Havre, o estelas de tumbas de niños con epitafios de Victor Hugo. Al sur, los jardines en terrazas siguen las laderas. Con vistas a la ciudad, se erige una estatua monumental de la Virgen con el Niño, llamada "Virgen Negra" porque sustituye a otra Virgen fundida en una aleación menos noble que se ha vuelto negra por la corrosión. Las madres de los soldados franceses hicieron posible que se erigiera como agradecimiento por haber salvado la ciudad durante la invasión prusiana de 1870.